Skip to main content

Una mujer fantástica en una película nada especial

Comparte las ideas

Por Claudio Abarca Lobos.

“Una mujer fantástica” es la segunda película de producción chilena que compite por el Oscar a mejor filme hablado en lengua extranjera. Y, a diferencia de “No”, que en 2013 compitió con la maravillosa “Amour”, de Michael Haneke, tiene grandes posibilidades de llevarse la estatuilla. Tanto así, que para muchos medios especializados y casas de apuestas, es la favorita.

¿Se lo merece? Desde un punto de vista artístico, no nos parece. El filme de Sebastián Lelio es un esfuerzo que tiene bastante de poético por representar la lucha de Marina -interpretada por Daniela Vega-, una mujer transgénero, contra la violencia, los prejuicios, la discriminación. Poético, sobre todo, en cómo pone en escena a Santiago, la capital de Chile, que es donde sucede la acción.

Pero, al contrario de lo que pasa en una obra maestra como “Amour”, donde el estremecedor epílogo nos abre preguntas, “Una mujer fantástica” nos da las respuestas políticamente correctas en forma contundente y sin matices. ¿Es posible colocarse del lado de la familia de Orlando -actuado por Francisco Reyes-, el hombre veinte años mayor con el que Marina tiene un romance, si esa familia es tan discriminadora y violenta con ella por el solo hecho de ser transgénero? No, no es posible, porque claramente ella encarna a alguien que, como cualquier persona, es digno y merece respeto.

Entonces, es tan evidente la empresa discursiva de Sebastián Lelio, el director, que es imposible alejarse de la comprensión y la tolerancia. No hay otra reacción posible si somos mínimamente humanos. La violencia familiar, social e institucional contra Marina la vuelve hostil, desconfiada, para nada agradable, pero aceptamos esta postura debido a las injusticias que se cometen, una y otra vez, contra ella.

Es eso, a mi juicio, lo que hace la Academia de Hollywood. Esta, cada vez más diversa en su composición (cuatro de cada diez miembros son mujeres y el treinta por ciento son no blancos, aunque ciertamente falta mucho por avanzar), ha reaccionado como muchos de los espectadores de “Una mujer fantástica”, reconociendo en la temática del filme una muy relevante: la aceptación de la diversidad y el respeto hacia cualquier persona independientemente de su condición.

Dicha preferencia es política y no hay que perderse al decirlo. “Una mujer fantástica” es un filme que se deja ver, con buenos momentos, pero que, una vez que se ha visto, deja una sensación de intrascendencia, de que no hemos presenciado nada especial. Lo intrascendente no es, por cierto, la lucha de Marina por ser tratada con respeto, un tópico de por sí muy importante y respecto del cual nadie debiera quedar ajeno. Lo intrascendente es la obra en su dimensión artística.

Si “Una mujer fantástica” destaca y escapa a lo regular, a lo estándar, es por el notable y valiente gesto político de Daniela Vega, la actriz que encarna a Marina. Daniela es una mujer transgénero chilena de 28 años que ha padecido, como Marina, la discriminación y la violencia. Y su actuación es sobria, tiene desenfado, proyecta dignidad. Ella, Daniela, es lo mejor del filme. Y Hollywood ya lo reconoció al incluirla como presentadora en la elegante ceremonia de premiación de los Oscar.

Es muy bueno, en este sentido, que se hable de ella, del tema, de la película y del cine chileno. Es muy bueno, además, que el filme haya sido exhibido por Canal 13 en horario estelar hace unos días. Pero no nos engañemos: ni el canal tiene una agenda de diversidad y si la exhibió fue para aprovechar el vuelo mediático de la película, ni esta es lo mejor que ha dado el cine chileno. Ni de lejos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *