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Diez películas inolvidables para enamorarse

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Por Claudio Abarca Lobos

Intenso, dramático, doloroso, sufrido, desgarrador. Lúdico, divertido, ligero, fugaz. Sereno, maduro, presuroso, atormentado. El amor y el romance pueden adoptar muchas formas y así lo ha hecho ver el cine, que ha inundado nuestro imaginario en torno a estas emociones.

Hay películas románticas que se inscriben en la comedia (“Cuando Harry conoció a Sally”) y otras que más bien tienen un registro melodramático (“Sólo el cielo lo sabe”, de Douglas Sirk). También hay dramas y thrillers que se articulan sobre los obstáculos del amor o una relación prohibida o peligrosa. E incluso hemos visto filmes que son de ciencia ficción o de suspenso y que contienen historias de amor que inciden en sus tramas, como sucede en “Blade runner” y “Vértigo”.

Acá, una lista muy personal de diez películas románticas inolvidables. Hay muchas más, como “Melodía inmortal”, “Doctor Zhivago”, “La lección de piano”, “Tierra de sombras”, “Nueces para el amor”, “Out of sight”, “El diario de una pasión” o “Expiación”, pero ya es bastante para empezar a celebrar el amor.

“Lo que el viento se llevó” (William Wyler, 1939): porque es una película monumental, maravillosamente filmada y muy bien actuada. Esta obra perdura como un gran clásico del cine, que aborda la intensidad del amor, así como las vicisitudes que lo amenazan, aunque por debajo es una película que recoge y resalta el coraje, el valor y la influencia de la mujer en la sociedad, partiendo por la familia. Es, entonces, no simplemente una película romántica, sino una película sobre el amor a la vida y a la tierra.

“Casablanca” (Michael Curtiz, 1942): es, a estas alturas, una cinta paradigmática de los amores fugaces y peligrosos, como el que viven Rick (Humphrey Bogart) e Ilsa (Ingrid Bergman). Pudo ser una película más, pero la perfecta combinación de melodrama y cine negro, la inolvidable música de Steiner sumada a la incorporación del clásico “As time goes by”, el contexto político e histórico en el que se inserta (Segunda Guerra Mundial, resistencia, corrupción) y el magnífico trabajo fotográfico, en el que sobresale la iluminación -de inspiración expresionista- que evoca misterio, todo esto coronado por la química entre los protagonistas y el excelente ensamblaje del reparto principal, convierten a esta obra en una de las más importantes de la historia del cine.

“Algo para recordar” (Leo McCarey, 1957): porque es una obra delicada y sutil, que habla sobre todo del amor que resiste al tiempo y al dolor, y de cómo el espíritu romántico y la sensibilidad pueden estar detrás de una personalidad que destaca en apariencia por otros rasgos. En este clásico, segunda versión de la misma historia del filme de 1939 -también dirigido por McCarey-, la emoción es ensalzada sin caer en sentimentalismos baratos. Muy buenas actuaciones de Cary Grant y Deborah Kerr, en un filme con toques de humor y que ha vuelto a ser versionado.

“Jules y Jim” (François Truffaut, 1962): porque se atreve con un tema difícil para la época e incluso hasta hoy, explorando notablemente en las ambigüedades y los riesgos de un trío amoroso. Habla de dos amigos (Jules y Jim, encarnados por Oskar Werner y Henri Serre, respectivamente) que se enamoran de la misma mujer, Catherine, interpretada por una espléndida Jeanne Moreau, que logra dar muy bien con los matices de su personaje. Filmada en blanco y negro, ofrece un creativo juego de cámara, congelamientos de imágenes muy pertinentemente utilizados, planos inolvidables (los tres protagonistas corriendo disfrazados sobre un puente) y, en definitiva, una mirada provocadora acerca del rol de la mujer en la sociedad contemporánea. Lo que está detrás de esta desenvuelta y aparentemente ligera película de amor es la tensión entre la convencional idea de lo que debe ser una mujer y sus deseos de libertad, al punto de que el matrimonio y la maternidad parecen contenerla en demasía. Truffaut plantea una solución provocadora, que da cuenta de los conflictos del ser humano y de cómo el enfrentamiento entre sus deseos y las expectativas sociales puede acabar mal.

“Annie Hall” (Woody Allen, 1977): pues habla inteligentemente del amor entre dos personas neuróticas y, al mismo tiempo, es una acertada sátira de las costumbres, obsesiones y complejos de la sociedad contemporánea. Diane Keaton está insuperable en el rol de Annie Hall, en una película que pertenece a lo mejor de Woody Allen.

“Cuando Harry conoció a Sally” (Rob Reiner, 1988): porque es aguda, chispeante, inteligente, divertida, entrañable y logra conectarse muy bien con quienes han vivido el tránsito de la amistad al amor. Los complejos, las dudas, los vaivenes, y también la magia del amor que nace de la amistad, comparecen en este filme encantador. Además, ver a Meg Ryan en estado de gracia es un regalo: luce más hermosa, fresca y divertida que en cualquier otra película.

“Cyrano de Bergerac” (Jean-Paul Rappenau, 1990): porque la historia del brillante poeta y hábil espadachín que expresa su amor por una mujer a través de un apuesto soldado, es la celebración de la palabra romántica, del verbo que busca cautivar y enamorar. El amor que se siente y se dice, y que a la vez se oculta. Esta versión de la obra literaria de Edmond Rostand, que arrasó en los premios César de 1990 y que ofrece una insuperable actuación de Gérard Depardieu haciendo de un Cyrano enérgico y de gran virtuosismo verbal, es además una hermosa y acertada reconstitución histórica de la Francia barroca y cortesana del siglo XVII. Una película que derrocha pasión, desencanto, dolor… el amor y el desamor en una obra magnífica.

“Matrimonio por conveniencia” (Peter Weir, 1990): a esta película (“Green card”, en inglés) le sobra encanto, gracias a la historia de amor entre Brontë, una delicada y hermosa apasionada de la botánica, y George, un francés algo torpe. Es una clásica historia entre dos personajes aparentemente opuestos, que no tendrían por qué estar juntos o enamorarse y que, sin embargo, se enamoran (un ejemplo que constituye todo un clásico es “La reina de África”, de 1951). La química entre ellos está muy bien sustentada por las buenas actuaciones de Andie MacDowell y Gérard Depardieu, y la siempre sólida dirección de Peter Weir.

“Los puentes de Madison” (Clint Eastwood, 1995): está en casi todas las listas de grandes películas románticas y no es casualidad. Retrata en forma exquisita el amor maduro, aquel que florece en una edad otoñal, y que a la vez se vive intensamente, reivindicando la pasión en esta etapa de la vida, y también porque coloca en tensión el deseo, la ilusión de vivir desde el corazón, frente a las convenciones morales y sociales, el “deber ser”. La historia es la de un romance entre un fotógrafo viajero y una sencilla dueña de casa, pero la película es, en definitiva, una obra hermosa y triste que habla del amor, la pasión, la familia y la búsqueda de la felicidad, con una memorable actuación de Meryl Streep y una sensible dirección de Clint Eastwood.

“Antes del atardecer” (Richard Linklater, 2004): porque es el momento cumbre de la trilogía sobre el amor y el paso del tiempo que conforma junto a su predecesora “Antes del amanecer” (1994) y su sucesora “Antes de la medianoche” (2013). Los protagonistas, Jesse (Ethan Hawke) y Celine (Julie Delpy), se encuentran ya llegando a la treintena y están más maduros y, a la vez, más conscientes del desencanto y la desilusión que también entrañan la vida y el amor. Los naturales y ricos diálogos dan cuenta de ese cambio, del paso del tiempo, y a la vez de la ilusión de la felicidad. Además, el director muestra un París lejos de la estridencia y el cliché turístico, y aun así encantador, simple, apacible, en consonancia con lo que los protagonistas buscan en su vida.

2 comentarios en “Diez películas inolvidables para enamorarse”

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