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“Chicago Boys”: los buenos muchachos

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Por Claudio Abarca Lobos.

En un panel de discusión realizado en Santiago hace tres años, donde se habló sobre educación, pobreza y desigualdad, el entonces rector de la Universidad Adolfo Ibáñez, Andrés Benítez, dijo: “Yo obligo a mis alumnos una vez al año a bajar a Peñalolén a trabajos sociales”. La afirmación, que provocó muchos comentarios y una notoria controversia, incluyendo una gran visibilidad en Facebook y Twitter, dio cuenta indirectamente de la distancia enorme que parece haber entre una élite acomodada y los más necesitados, al menos en lo material, en Chile. Pero no solo una distancia perfectamente medible, como la del acceso a bienes y servicios, sino también una brecha en las conciencias respecto de la tremenda desigualdad social y económica que marca a nuestro país.

Esta doble tensión está presente y de manera muy clara en “Chicago Boys” (2015), el documental de Carola Fuentes y Rafael Valdeavellano que, dos años y medio después de su estreno en cines, será finalmente estrenado en televisión abierta, pues TVN lo exhibirá este domingo 27 de mayo a las 23:30 horas.

Una película que habla de la incidencia que han tenido en el devenir de nuestro país, desde la década de 1970, los economistas chilenos que se doctoraron en la Universidad de Chicago en los años 50, gracias a becas otorgadas por Estados Unidos, cuyo gobierno apostó a formar líderes y especialistas que implantaran el sistema económico neoliberal en Chile y otras naciones. La película también expone sus visiones sobre el país actual.

Entre los profesionales que se perfeccionaron en Chicago, Fuentes y Valdeavellano entrevistan a algunos de los que diseñaron el extremo modelo neoliberal instaurado por la dictadura liderada por el general Augusto Pinochet. Economistas que, desde luego, siguen defendiendo el sistema a ultranza: Sergio de Castro y Rolf Lüders, ambos exministros del gobierno militar, y el profesor universitario Ernesto Fontaine. Los documentalistas también dialogan con Carlos Massad, exministro del gobierno de Eduardo Frei-Ruiz Tagle y quien plantea algunas críticas al modelo, lo mismo que el quinto entrevistado chileno, Ricardo Ffrench-Davis, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2005 y quien se sitúa en una posición disidente.

El largometraje, ganador de la categoría Mejor Dirección en la competencia de cine chileno del Santiago Festival Internacional de Cine (SANFIC) 2015, indaga en la visión de esos cinco economistas formados en la Universidad de Chicago sobre la dictadura, el sistema neoliberal y los reparos a éste por su impacto en la desigualdad y la pobreza en el país.

Pero la mirada de estos hombres viene a instalarse en pantalla recién en el último tercio del documental de 84 minutos. Antes, los realizadores nos han contado, cronológicamente, cómo fue la estancia de Fontaine, De Castro, Massad y otros más en Chicago, el afecto y la camaradería que forjaron con su profesor Arnold Harberger, y lo que les dejó -a unos más que a otros- Milton Friedman, el académico artífice de la teoría del libre mercado.

La primera parte del relato, así como la segunda, cuando la película se adentra en la relación que los economistas establecieron con los militares chilenos y el gravitante rol que desempeñaron en concebir y poner en marcha el programa económico de la dictadura de Pinochet, ofrecen una narración convencional, que combina fragmentos de entrevistas –entre ellas, una a Harberger– con material de archivo inédito, incluyendo videos y fotografías. El montaje es simple y su función apunta a hacer avanzar la narración.

Hasta ahí, salvo por unos planos iniciales de altas y modernas construcciones en Santiago, la obra audiovisual despunta sobre todo por el rigor, la seriedad y la buena documentación, aunque lamentablemente la puesta en escena peca de ordenada, esperable y por momentos se vuelve algo tediosa en esos primeros 50 o 55 minutos.

Cerca de la hora de narración, sin embargo, se produce un quiebre cuando algunos de los economistas entrevistados son interpelados sobre lo que fue trabajar para un gobierno que asesinó a más de dos mil compatriotas y que violó derechos humanos sistemáticamente. “Cuando se decían esas cosas, yo pensaba que eran mentiras absolutas (…) Yo lo tomaba como que ese problema no existía”, dice Sergio de Castro al referirse a las denuncias por torturas, asesinatos y otros crímenes. El exministro explica que él ya tenía suficientes problemas dirigiendo el programa económico para ocuparse de otros asuntos. Su testimonio coincide con el de Rolf Lüders, quien años después también encabezaría las carteras de Hacienda y de Economía. “Yo me encargaba de la cosa económica y punto”, comenta, y luego plantea que las violaciones a derechos humanos eran algo “raro” en 1982, desconociendo el asesinato de Tucapel Jiménez y el caso degollados, entre tantos otros hechos.

El desconocimiento absoluto que declaran los entrevistados no parece creíble y así lo sugieren Fuentes y Valdeavellano cuando, después del testimonio de Lüders, nos llevan al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos y nos muestran titulares periodísticos y otros textos sobre notables casos de asesinatos sucedidos después de 1982. Esta evidente oposición de ideas constituye uno de los mejores aportes del montaje, pues sugiere una postura escéptica de los realizadores.

Carola Fuentes y Rafael Valdeavellano, directores del documental.

También destaca el montaje cuando se alternan imágenes de las protestas contra el modelo con las defensas que hacen de éste algunos Chicago Boys, quienes dicen no comprenderlas: “No alcanzo a entender las protestas”, apunta De Castro; “La clase media está súper bien”, dice Ernesto Fontaine; “A mí me tiene sin cuidado la desigualdad, la que me preocupa es la pobreza”, remata Lüders. Estos influyentes Chicago Boys mantienen su fe absoluta en el modelo implantado y sus testimonios son rotundos. El matiz lo dan Ffrench-Davis y Massad; este último, por ejemplo, expresa su malestar por los niveles de desigualdad y segregación en Chile.

En general, ni el montaje ni el uso de la cámara contribuyen a que “Chicago Boys” sea un relato muy novedoso o jugado en su puesta en escena. Pero es, qué duda cabe, un documental necesario, que aporta con material inédito y brinda un retrato muy acucioso sobre quienes contribuyeron, desde el diseño y la ejecución de reformas económicas, a cambiar notablemente el país. Un Chile que es, para ellos, “otro país”, un positivo ejemplo en América Latina, y no lo que muchos vemos y creemos: una nación de enormes inequidades, con una creciente tensión entre la élite y la sociedad civil, y que sigue manifestando graves carencias en su desarrollo.

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