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“Rapsodia bohemia…”: Celebrar la música, recordar a un genio

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Por Claudio Abarca Lobos.

Varias de las críticas que se han hecho a “Rapsodia bohemia”, la película sobre los inicios y la época más exitosa de Queen y sobre todo de Freddie Mercury en la banda, apuntan a que no jerarquiza eventos, no profundiza en la personalidad del cantante y menos en la de sus compañeros, no es osada y más bien responde a una estructura de manual, e incluso no respeta algunos hechos reales y los altera.

En buena medida, algunos de esos análisis obedecen a un error frecuente de muchos críticos y también de asistentes a las salas: juzgan una película según lo que ellos quieren que sea y no en virtud de lo que la obra quiere ser. Porque “Rapsodia bohemia: la historia de Freddie Mercury”, desde un inicio, se plantea como un filme hecho para todo público, sea o no fanático de Queen, y que no busca representar situaciones vividas por Mercury y sus compañeros con fidelidad absoluta, porque sencillamente no es un documental y menos un reportaje.

La película es, antes que todo, una celebración del talento y el genio inigualable de quien muchos consideramos el mejor vocalista de banda de la historia, por su registro vocal, por su comunión con el público, por su energía, por su carisma. Mercury era lo que se suele llamar un “animal del escenario”. En realidad, “animal” queda corto: era una “bestia” del escenario.

El filme es un producto comercial y en esto no hay que perderse: su narrativa es convencional, tiene las dosis necesarias de emoción, humor y tensión, y es generoso en las escenas que recrean la grabación o la interpretación en público de la mayoría de los más importantes clásicos de Queen: no faltan “Rapsodia bohemia”, ni “Another one bites the dust”, ni “Somebody to love”, ni ninguno de los temas que ofrecieron en su brillante e inolvidable espectáculo en el concierto Live Aid, en Londres, 1985. Todas las canciones que usted imagina que pueden estar en la película, están y muy bien ensambladas con los diálogos y la narración.

Joseph Mazzello, Ben Hardy, Rami Malek y Gwilym Lee (desde la izquierda) brindan una gran representación de los integrantes de Queen.

Queen, que fue una banda de grandes talentos que supieron trabajar en equipo a pesar de las naturales diferencias y que hizo hermosas y muy buenas canciones -“Rapsodia bohemia”, para empezar-, fue también un cuarteto de músicos que lograba como ningún otro arrasar en los escenarios. Fue una banda para las grandes audiencias, pues muchas de sus canciones incluían bellas melodías, eran fáciles de seguir y contenían mucha energía. Y, no menos importante, sus creadores e intérpretes las representaban aún mejor sobre los escenarios, partiendo por el genial Freddie Mercury.

Un Mercury que es recreado convincente y brillantemente por Rami Malek, actor que se luce por su entrega, su despliegue de movimientos y su sensibilidad. La representación de Mercury, además, no pone al músico y cantante, como algunos también han escrito, en un pedestal, dejando a sus compañeros de banda (Brian May, Roger Taylor, John Deacon) como meros comparsas. “Rapsodia bohemia” también habla del egocentrismo y el miedo a la soledad de Mercury, pero finalmente pone el acento en su genialidad musical y en cómo esta se complementó muy bien con el talento y las ideas de los otros integrantes de Queen.

¿Es una película previsible? En buena medida. ¿Toma pocos riesgos? Sí, es cierto. Pero es un filme que entretiene, que no afloja nunca, que está muy bien montado y, sobre todo, que se sitúa muy bien en el lugar que busca: es una celebración del talento, la genialidad, la diferencia y la música. La buena música de Queen.

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