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Sórdido, triste, apasionado, elegante: simplemente Tango

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Por Carlos Osorio.

Ya en la segunda mitad del siglo diecinueve, la ciudad de Buenos Aires, en Argentina, era un bullente puerto donde cada día arribaban barcos provenientes de distintas partes del orbe. Numerosos inmigrantes llegaban en busca de nuevos horizontes, de una nueva vida. Entre las formas culturales de ellos y los locales, prontamente comienza a aparecer una nueva expresión musical que se expande por los arrabales y diversos suburbios de la ciudad con inusitado éxito: el tango. De origen plebeyo -dicen algunos-, fue ganando un espacio propio llegó a los salones más refinados y terminó por adquirir mayoría de edad en todo el Río de la Plata y, desde allí, saltó al mundo entero.
“…nació el tango, y como un grito
salió del sórdido barrial buscando el cielo;
conjuro extraño de un amor hecho cadencia
que abrió caminos sin más ley que la esperanza,
mezcla de rabia, de dolor, de fe, de ausencia
llorando en la inocencia de un ritmo juguetón”
(Fragmento de “El choclo”)

El tango como expresión de seducción.

De esos versos destaco “…de un ritmo juguetón”; nada más cierto y se aprecia en toda la estructura musical del tango. En especial en la introducción de algunas piezas de reconocida fama y aplaudidas por los amantes del llamado ritmo del dos por cuatro. Al escucharlos, por una parte uno percibe que los distintos instrumentos tocan diversas melodías que si estuvieran solas, no dan cuenta de la música de tango, sin embargo, en esa conversación, en la interacción de los instrumentos donde cada uno aporta lo suyo, se da un ensamble único que podemos reconocer como el típico ritmo juguetón de la música de tango. Veamos un par de ejemplos:

“Y todavía te quiero” un clásico tango de amplia fama (en versión de Héctor Varela, acompañado por la voz de Rodolfo Lesica), nos entrega excelentes cuarenta y seis segundos introductorios que son un claro ejemplo de lo antes aseverado.

Un tango más generoso en la introducción (un minuto) es “Fueron tres años” (también en versión de Héctor Varela y su Orquesta Típica, pero con la voz de Argentino Ledesma), que constituye una clara muestra de esta “conversación” de los instrumentos de la orquesta en que uno de ellos “habla”, luego el otro, a veces todos y de esta interacción, surge la pieza completa.

Música “de viejos”, dirán algunos. Quizás. Sin embargo, en la porteña Buenos Aires, día a día, semana tras semana, los salones de tango se llenan cada tarde con legiones de jóvenes que descubren y comienzan a practicar el arte de bailarlo. Es un fenómeno creciente que alegra el espíritu de los viejos tangueros, que ven alejarse el fantasma del olvido y celebran la práctica del ritmo criollo por las nuevas generaciones. Es que más allá de haber nacido como expresión musical hace ya un siglo y medio, el trabajo musical, la estructura, el arreglo, requieren de un conocimiento artístico profundo y de una capacidad de ingenio que permiten que estas piezas tengan una calidad y un valor que claramente trasciende su tiempo.

Las letras, bueno, las letras son otra cosa. Recuerdo haberle escuchado a Enrique Pinti, humorista argentino que es una ametralladora de humor que no respira (hay que escucharlo para entender la aseveración). Retomo, Pinti señalaba que “la desesperanza es patrimonio del tango”. Y lo cito a él que como argentino puede hablar del tema sin que nuestros vecinos, sus compatriotas, se incomoden. Y algo más en serio, las letras del tango siempre son un llamado permanente al lado triste, a la desolación y a la desdicha de los sentimientos. Y claro, el rey de ellos es el amor en todas sus formas: el amor filial, el amor fraternal, el amor platónico, el amor de pareja, el amor correspondido, el amor engañado, el desamor…

Los nombres de fama en el tango son muchísimos. En la dirección de la orquesta, Héctor Varela, Jorge Dragone, Juan D’Arienzo, Francisco Canaro, Alfredo de Ángelis, Miguel Caló, Mariano Mores; en el canto, Julio Sosa, Roberto Goyeneche, Tita Merello, Alberto Castillo, Libertad Lamarque, Argentino Ledesma y, por cierto, el mítico Carlos Gardel; Anibal Troilo, Leopoldo Federico, Rodolfo Mederos, Astor Piazzolla en el bandoneón, son sólo una pequeña muestra de muchísimos nombres que han aportado con su arte a la historia y el desarrollo del tango.

Astor Piazzolla, uno de los nombres fundamentales del tango.

A propósito del último de los nombrados, Astor Piazzolla, compositor y eximio bandoneonista, generó un amplio debate en la Argentina cuando expuso sus obras en un marco más moderno y contemporáneo. Si estas obras de Piazzolla eran o no tango, era el tema que motivaban acaloradas discusiones en todo el país vecino. Mientras eso sucedía, la música del bonaerense se iba haciendo un espacio y fama en el mundo entero, que aplaudía su obra musical, ciertamente distinta al tango clásico, pero con una raíz profunda en la música ciudadana porteña.

Piazzolla nos dejó una obra vasta. Pero quisiera destacar “Adiós Nonino”, pieza que compuso en honor a su padre tras su fallecimiento. Es una composición bellísima, de una profunda ternura, que conmueve verdaderamente. André Rieu, con la participación de Carlos Buono en el bandoneón, presentó esta obra en uno de sus recitales en el año 2015.

El tango, más allá de la Argentina, ha anidado en naciones varias y ocupado espacios impensados al momento de su humilde y ya lejano nacimiento. Ha sido llamado para complementar numerosas escenas del cine moderno, donde ha brillado de manera singular. En efecto, numerosas cintas han recurrido al magnífico ritmo del tango como expresión artística de peso. “Perfume de mujer”, con Al Pacino, nos entrega una escena memorable con música del tango “Por una cabeza” y que popularizara Carlos Gardel. Les dejo una excelente versión orquestada de esta pieza:

Finalmente, hay una pieza más contemporánea de tango que tiene una historia con tintes de anécdota: “Tango en Skaï” (publicado en 1985), es obra del famoso compositor francés Roland Dyens, fallecido hace un par de años. Es una partitura que requiere de gran virtuosismo, técnica y precisión en su interpretación pero que debe escucharse con sentido de humor y es para el ejecutante una diversión. El tono anecdótico está representado por el hecho de que Dyens tituló el tango “Skaï”, aludiendo a algo que parece (cuero, pero que es sintético), que se asemeja, pero no es auténtico; una especie de disfraz. Algunos señalan que el título tiene toques de picardía y es una respuesta a un argentino que le señaló que un verdadero tango sólo podía ser compuesto por un nacional; en caso contrario, sonaría a plático, a “skai”.

Aquí, una versión interpretada por Stjepan Hauser, afamado chelista, y Petrit Çeku, en guitarra. Ambos caracterizan plenamente el espíritu de la pieza al mostrar humor, diversión y virtuosismo.

El tango tiene a su haber, desde 2009, el reconocimiento de la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. En su historia, este estilo musical ha sabido adaptarse a entornos distintos, sobrevivir al paso del tiempo, hacerse espacio en variados espacios y traspasar fronteras. Nada menor para un ritmo que nació lejos de la academia, como parte de una amalgama de manifestaciones culturales diversas allá a orillas del Río de la Plata, hace unos ciento cincuenta años.

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