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Setenta años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

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Por Carlos Osorio.

Este año, el próximo 10 de diciembre, se cumplen siete décadas desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos por parte de las Naciones Unidas. En el siglo recién pasado y tras dos guerras mundiales que dejaron millones de muertes incluyendo cada vez más víctimas civiles y tras constatar crímenes masivos e impresentables, surgió en muchos la necesidad de intentar poner freno a los holocaustos, los gulag, la implantación de regímenes de terror y la prolongación de políticas colonialistas.

Cuando se habla de “derechos”, se apunta a ciertas conductas que dicen relación con libertades, quehaceres, reivindicaciones que pueden ejercer las personas, los seres humanos y que -muy importante- tienen un carácter inalienable, es decir, que no se pueden enajenar, entregar, vender, renunciar. También y más importante aún, nadie puede quitarle estos derechos a otro ser humano a propósito de cualquier consideración o atendiendo a diferencias de razas, nacionalidad, sexo, religión y otras características generales de los seres humanos.

Y es que tras los conflictos ya citados, el mundo se encontraba horrorizado ante la crueldad sin límites aplicada a grupos humanos y peor, practicadas por diferentes Estados como práctica institucionalizada y respondiendo a concepciones políticas y (pretendidamente) filosóficas.

Montañas de miedos, océanos de lágrimas, abismos de dolores que dejaron diversos grupos humanos en el trayecto de sus vidas, por la acción represiva y abusiva de otros que consideraron que tenían el derecho a reprimirlos, a limitarlos o incuso eliminarlos. De lo anterior surgieron en diversos países voces honestas que reclamaron poner límites al actuar de humanos, en contra de otros humanos. Así, surge una Declaración que en treinta puntos (artículos), orientan y recomiendan en torno a estas materias. Más allá de este inicial paso, hay además una serie de Tratados que los diversos países del orbe han ratificado y firmado en el transcurso el tiempo (nuestro país, entre ellos). Esto es trascendente ya que si la Declaración es en cierto modo orientadora en el tema de los Derechos Humanos, la ratificación y la firma de los Tratados por parte de los Estados miembros de las Naciones Unidas los obliga a cumplirlos.

El abuso de unos sobre otros, no es tema sólo del siglo veinte. Muchas prácticas de dominación, explotación y atropello se han ejercido en la historia humana. Un par de siglos atrás solamente lo obrado por países, hoy potencias, constituye motivo de vergüenza para los hombres y mujeres justos de nuestro planeta. La esclavitud practicada por siglos, constituye una de las formas de atropello más antiguas, trágicas y dolorosas.

La lucha por los derechos humanos sigue vigente pues el abuso, la dominación, la explotación siguen ocurriendo.

No deja de ser curioso que la firma de la Declaración el año 1948 fue obtenida, no sin el ejercicio de presiones importantes por parte de quienes consideraban absolutamente necesario este paso y que chocaba con los intereses de diversos países, en especial de las potencias victoriosas tras la Segunda Guerra. En efecto, no podemos ser ingenuos y pensar que todos se manifestaban deseosos de firmar y proclamar un acuerdo que surgía después de los excesos que se dieron en el marco de la conflagración. Si bien se denunciaban las atrocidades cometidas, por otra parte no había gran entusiasmo en comprometerse con una Carta Internacional de Derechos Humanos ya que ello implicaba ponerse frenos propios y poder ser señalados más adelante, como transgresores de lo firmado. Al final, la gran mayoría de los gobernantes y líderes firmó el documento a pesar de las inadecuadas prácticas económicas, políticas e ideológicas que mantenían en sus propios países. Concurrieron con sus firmas vergonzantes gobernantes dictatoriales, regímenes opresivos, países colonialistas y una pléyade de Estados que con la misma mano que suscribían el documento, reprimían interna o externamente a grupos humanos en sus más básicos derechos.

En estos setenta años, la Declaración Universal de los Derechos ha hecho un trabajo importante en el plano de la convivencia de los pueblos de orbe. Lamentablemente también han sido pisoteados, avasallados y transgredidos innumerables veces hasta el presente. Y es que los poderosos de países y países poderosos, hacen caso omiso de ellos -de los Derechos-, toda vez que estos aparecen en el camino de sus intereses económicos y políticos. En esas ocasiones y a pesar de sus vestiduras y discursos democráticos, de sus apariencias y de sus llamados al respeto al Estado de Derecho, poco importa subyugar al otro, al cual se le ve como carente de derechos que sí se adjudican a sí mismos. En realidad, la convivencia de pueblos y de países es un permanente conflicto en torno a los derechos de unos y otros que se manifiesta en diferentes escalas. Ni siquiera necesitamos mirar más allá de nuestras fronteras para darse cuenta de la permanente lucha entre diversos grupos, etnias o sectores de la vida nacional reclamando por sus “derechos”.

El legado de Mandela, una de las grandes figuras en la reivindicación de los derechos humanos.

Alguien podría decir, a la luz de los acontecimientos conocidos en el planeta durante estos setenta años, que poco han servido la Carta de Declaración y los sucesivos Tratados firmados por los países en este campo, ya que la dura realidad nos muestra a cada paso, el absoluto desprecio y la falta de respeto por los Derechos Humanos en diferentes tiempos y latitudes geográficas. Pienso sinceramente que no es así, al menos tenemos un piso, una pauta para denunciar y señalar con dedo acusador a quienes faltan a los treinta puntos acordados allá lejos, tras el conflicto de los años cuarenta. También, ha sido origen de la toma de conciencia cada vez mayor por parte de muchos, de la necesidad de tenerlos en cuenta y ello ha sido un elemento de contención a la tentación de atropellar derechos o de ir más allá de lo razonable y socialmente aceptado. Sin la Declaración Universal de los Derechos Humanos, estaríamos significativamente en peor situación.

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